LA BELLEZA ¿ESTÁ EN LA LUZ?
La belleza no está en la materia. No está en la madera, ni en el mármol, ni siquiera en el oro. La belleza está en la forma y la luz es la que revela la forma.
Así que en la luz está el potencial de revelar la belleza y nosotros, los fotógrafos, somos (o deberíamos ser) los que manejamos la luz. A través de la iluminación podemos revelar las formas de una u otra manera y eso hace que la belleza aparezca en nuestras fotos o no. Pero ¿Cómo se produce esto? ¿Cómo hago para que en todo momento pueda revelar belleza en mis fotos, aún en cosas cotidianas, de todos los días? ¿Cómo hago para que eso que es ordinario se convierta en extraordinario?
Plotino (Filósofo griego neoplatónico 204 a 207 DC), hablaba de la luz “liberada” y la luz “inmanente”. Describía a la primera como la luz que nos permite ver: el sol, el fuego, etc. La luz inmanente era, para él, aquella que todos los seres tienen intrínsecamente y, en algunos momentos, los hace resplandecer, brillar, los hace producir esplendor. Para él, cuando las dos luces se conectan, se hace posible que los demás apreciemos esa belleza.
Necesitamos descubrir la belleza en lo que vamos a fotografiar para poder hacerla visible ante los demás.
Esa es nuestra búsqueda, conocer al sujeto para poder descubrir cómo hacer que aparezca su luz inmanente, después tomar la cámara. Nuestra función es conectar la luz inmanente de nuestro sujeto principal con la luz liberada que nosotros manejamos.
Cuando podemos visualizar en nuestra mente el punto de esplendor de nuestro sujeto: su mejor ángulo, la pose que lo favorece, el punto de vista que lo hace destacar, la luz liberada que descubre sus mejores virtudes; entonces ahí tenemos una foto bella. La visualizamos, sabemos como queremos que quede en el papel. En ese momento empezamos a acomodar todo lo necesario, ponemos los conocimientos técnicos a trabajar para parir esa imagen que ya concebimos en nuestra mente.
Si logramos encontrar la luz inmanente del sujeto vamos a tener una foto que represente belleza. Podemos liberarnos de la esclavitud de los cánones griegos de belleza.
No anhelemos entonces, que nos toque fotografiar a los “lindos”. Vamos a lanzarnos al fascinante viaje de crear belleza a través de la iluminación. Ese es el desafío.